jueves, 30 de diciembre de 2010

Páginas como ronzales


Con la pendenciera frase “a mi quien me busca me encuentra” termina la paginita que me dedica Miguel Sanz en el libro que acaba de distribuir entre los afiliados de su partido. Hay quien me ha pedido que haga algún comentario, y aquí lo escribo.

Lo primero tal vez deba ser acusar recibo de la amenaza. Y pasar de ella, no sin antes entenderla en su debido contexto. Soy consciente de que Sanz es el complacido ariete de una estrategia de intimidación hacia el PP, que personaliza muy particularmente en mi. Piensa que es una manera de sembrar de sal este campo, para que no brote nada. Y en ello está, de manera obsesiva. Decidí hace tiempo no contestar a nada de lo que me dedicara. Incluso declaré públicamente, a principios de septiembre, que le ofrecía mis disculpas si en algo le había ofendido en el pasado. Pero es imposible requerir la elegancia en quien no la tiene. Durante el pasado día del partido de UPN, en su supuesto último discurso con tal motio, Sanz se dedicó de nuevo a insultarme, no hizo otra cosa mientras su parroquia apuraba jaleante el pacharán y el profiterol en el polideportivo de Cintruénigo. Cualquiera diría que estamos ante un visceral meritorio de la política, y no ante un gobernante al que le quedan seis meses en el despacho.

Lo del libro tiene algún elemento llamativo. Dicen que se trata de una tirada de 3000 ejemplares, distribuidos a los militantes. No se vende fuera de ese canal, que nadie lo busque en Amazon.com. La idea me recuerda la del Libro Rojo de Mao, de obligatoria lectura y tenencia para todos los adictos al Partido Comunista Chino. El propósito parece ser el mismo, bien reflejado por el autor cuando dice que está dispuesto a que se pase la página por él creada, pero no a que se arranque. Queda clara la intención: Barcina dispone ya de la biblia que deberá guiar su comportamiento posterior. Y que no se desvíe un ápice de la doctrina escrita y prensada.

Me achaca Sanz que le defraudé profundamente por no aceptar la determinación del Consejo Político de UPN de apoyar los presupuestos de Zapatero de 2009, como sí hizo Carlos Salvador con su abstención. Lo que no acaba de entender el todavía Presidente es que yo conseguí un escaño tras una campaña en la que repartíamos juntos un tríptico en el que ponía “UPN-PP” y salía una foto de Rajoy, no ponía “UPN-PSOE” ni salía una foto de Zapatero. La estafa que Sanz quiso perpetrar (y parcialmente ejecutó mediante el transfuguismo de mi apreciado Carlos) es uno de esos escándalos de los que todavía se debería estar hablando en Navarra si no fuera por la escasa vitalidad y coherencia del régimen de opinión pública que está instalado. Ya sabemos lo que consiguió Sanz con ese planificado tocomocho: garantizar su tranquilidad (que no es sólo su sillón) a cambio de prostituirse en el Parlamento español hasta el límite de salvar de la dimisión a Zapatero tras vergonzosas votaciones como la del 27 de mayo, en el que el voto de UPN permitió aprobar el recorte social in extremis.

¿Qué significa la actitud de Sanz, plasmada en su libro, en el actual momento político? Pues al menos una cosa. Resulta que en las páginas de la obra se dedican alabanzas a Pepiño y Rubalcaba, y se intenta denigrar a Rajoy, que va a ser presidente del Gobierno de España dentro de unos meses. Ni uno solo de los militantes de ese partido, ni siquiera los de los sectores más conservadores, osan levantar un dedo y decir que no están de acuerdo con la degeneración política a la que les ha llevado del ronzal el de Corella. Eso da una idea de cómo la pérdida de dignidad y valores de los destinatarios del libro es abrumadora. Barcina y todos los demás, leer y callar.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Intervención sobre Cuidados Paliativos. Congreso de los Diputados, 15 diciembre 2010.

Escoltas. Comentario para "El apunte", en las emisoras de la Cadena Ser en Navarra.


Pronto se cumplirán 10 años. El 26 de enero de 2001, ETA asesinó en San Sebastián a Ramón Díaz García, padre de dos hijos que trabajaba como cocinero en la comandancia de marina donostiarra. Era un contratado civil, encargado del rancho y la cantina de los marineros a cambio de un modesto sueldo. Así fue durante 11 años hasta que explotó una bomba bajo su coche. Seguramente el caso de Ramón es uno de los más lacerantes de aquello que se llamó la “socialización del conflicto”. Para ETA y Batasuna era necesario ampliar lo más posible las posibles víctimas de su barbarie. Da igual un cocinero, un juez, un policía o un concejal. La práxis terrorista se caracteriza porque pretende atemorizar a todos asesinando a algunos. Justamente, su acción liberticida tiene como estrategia la de extender el terror para conseguir provechos políticos. Es, en definitiva, lo único que la diferencia de la mafía común.

Viene a cuento esta rememoranza por la polémica que ahora existe sobre si se debe mantener o no la escolta a no pocos amenazados, o si son caros para la sociedad los servicios de seguridad. Sobre esto último no hay ninguna duda. Yo soy Diputado en el Congreso, y me consta que lo que el Estado paga por mi seguridad es más que la nómina que recibo de la Cámara. Y así ocurre con todos los cargos públicos protegidos. Pero hay una razón para ello. Si el terrorismo consiguiera limitar la libertad de quienes se ofrecen para representar a los ciudadanos, tendría conseguido su primer objetivo. Ni siquiera podríamos hablar de que vivimos en democracia, desde el momento en el que unos pistoleros se apoderan de las decisiones, vidas y haciendas de la gente.

Ignoro qué dijo Zabaleta cuando hace diez años mataron a Ramón. Sí sé que estaba en Batasuna, expresión política del terrorismo y partícipe de esa estrategia de “socialización del conflicto”. Ahora pide Zabaleta reducir escoltas para ahorrar. Me pregunto que ha hecho él para ahorrar lo más importante en este caso, el sufrimiento de tantas personas y el duelo por una sociedad azotada por ETA.