miércoles, 23 de diciembre de 2009

Totalitarismo en Navarra


El martes 22 de diciembre llegaba el presidente del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz, a la sesión parlamentaria convocada para aprobar los presupuestos forales para 2010. En el hall del Parlamento se detiene para atender a los periodistas que siguen habitualmente la actividad política. Al referirse a la cuestión, Sanz me alude de manera premeditada y sin que nadie le hubiera mencionado ni mi nombre ni mi partido. Textualmente dice que "la verdad es la verdad, diga lo que diga Santiago Cervera, que critica la política económica del Gobierno desde una posición francamente complicada para él, porque ni vive en Navarra, ni padece en Navarra, ni sufre en Navarra, ni sueña en Navarra". Los periodistas son testigos de que no medió interpelación alguna que justificara el ataque. Era lo que Sanz quería decir, y lo que Sanz dijo, sin otra razón que su mera voluntad. Como corresponde, tuve que sacar una nota pública respondiendo a Sanz, en la que me expresé quejándome de que se utilizaran tales ataques personales y se buscara por parte del presidente foral la bronca continua. Añado un dato: hasta ese momento, ni el PPN ni yo mismo habíamos dicho una sola palabra sobre los presupuestos de Navarra para 2010. La arremetida del de Corella fue una acción iniciada en él mismo, con un propósito que él bien sabe.

A partir de los hecho, cabe hacer algún nuevo comentario. Hay quienes creen que la actitud de Sanz se corresponde con una estrategia de reparto de papeles en el que se turna con Barcina, tal vez pretendiendo cada cual cuidar una parte de la viña electoral. Sanz macarrea al PP, complaciendo al PSN, y Barcina pone buenas palabras al PP y a su vez es criticada por los de Jiménez. Algunos observadores de la política navarra discuten si efectivamente el reparto de papeles es tal, o en cambio es cierto que coexiste una bicefalia en UPN condenada a la autolisis. La disquisición es inútil, un mero entretenimiento. En mi opinión, lo que vemos es parte de un juego propio de un partido que necesita mantenerse en el poder a toda costa, y está representado al alimón por dos personas de trayectoria vital algo diferente. Sanz es un socialista más. Es conocido que estuvo afiliado a la UGT y las actuales coyunturas políticas -su indigna postración de hinojos ante Pepiño y Zapatero para mantener poltrona- le ha permitido sacar el espíritu político que siempre llevaba dentro, completando el único caso conocido en la historia política reciente de giro de 360 grados, del socialismo al derechismo para volver al socialismo. Barcina, en cambio, educada en la Universidad de Navarra y de visión burguesa, tiene una actitud personal distinta, pero está embarcada en el mismo empeño que su predecesor. Se encargan de recordárselo el ingente número de personajillos que basculan entre el sanzismo que no muere y el barcinismo que no nace, identificados todos por la necesidad de seguir medrando como sea. Ambos se complementan, y ambos conectan con la idea de que el poder político en Navarra contiene muchos más planos, rige no pocos entramados económicos y se nutre de amistades y clanes sempiternos.

Aparte del análisis, lo que verdaderamente importa del caso es algo mucho más sustancial. Lo que Sanz ha pretendido con sus bravatas es, simple y llanamente, decretar mi muerte política en Navarra. Es un acto de totalitarismo, un acto orientado a anular a quien puede inquietar al “clan de la gobernabilidad & friends” y señalar sus muchas vergüenzas. Las palabras de Sanz, propias de un cacique que no quiere que nadie atraviese por su pueblo para que no vea sus inmundicias, denotan una actitud impropia de un presidente democrático. El ataque personal sólo tiene un objetivo, que es coaccionar y reducir al máximo las capacidades políticas de quien es atacado. Esa y no otra es la pretensión; esa y no otra es la categoría esencial de lo que actualmente está pasando en la política navarra. Las palabras que se me dirigieron cobran un sentido pleno si recordamos además aquello que decía hace poco el Secretario General de UPN, Carlos García Adanero, cuando expresaba que el PP no es un partido “necesario en Navarra”. De nuevo, la exclusión y el totalitarismo en estado puro. Estoy seguro que no dijo nada similar cuando apareció, por poner un ejemplo, el Partido del Cannabis. Ellos sí parecen ser algo necesario, nosotros no. UPN ha elaborado una estrategia no sólo de provocación constante contra el PPN, sino con la intención de anularnos, de constreñir todas las posibilidades que tengamos de desarrollar nuestro proyecto político de cara a los ciudadanos. Poco nos conocen, poco me conocen. Con la tranquilidad que nos da no tener que servir inconfesablemente a otros señores que no sean los ciudadanos navarros, el futuro es nuestro. Ellos, con su actitud, se quedan instalados en otro sitio, a merced de intereses políticos y clientelares difícilmente confesables.

Por último, un comentario postrero. Dice el refrán que quien calla, otorga. Barcina sigue instalada en un estruendoso silencio ante este intento totalitario de expulsarnos de la acción política en Navarra, ante este cúmulo de ataques y descalificaciones siniestras. Convendría que algún día dijera algo. Más que nada, para que quede algo más despejado el futuro de todos.

martes, 22 de diciembre de 2009

El obsceno contraste con la realidad


Era el 26 de diciembre de 2008. La prensa recogía un artículo de Álvaro Miranda, Vicepresidente económico del Gobierno de Navarra, ampulosamente titulado “4.301 compromisos con los ciudadanos”. Uno por cada millón de euros del presupuesto para Navarra aprobado en aquel momento, por lo que parecía. La cifra de la que se ufanaba Miranda era la resultante del pacto presupuestario entre UPN y el PSN, en los onerosos términos habituales: un presupuesto que acaba sin tener dueño, por la cuchara que meten en él los del clan de la “gobernabilidad”. En el artículo, Miranda decía textualmente que “sin duda, la máxima preocupación del Gobierno de Navarra para 2009 es el mantenimiento del empleo, y estos presupuestos de Navarra serán eficaces para este fin”.

Un año después, el paro ha crecido en Navarra a una velocidad superior a la del conjunto de España, que es a su vez la peor progresión de toda la Unión Europea. Las cifras son las que son. De noviembre de 2008 a noviembre de 2009, el paro creció en la Comunidad Foral el 30,1%, mientras que en España lo hizo el 29,4%, según datos de Servicio Estatal de Empleo. En Navarra hay 39.249 parados, que si vivieran todos en la misma ciudad sería la segunda mayor población de todas, sólo detrás de Pamplona y con cerca de 7.000 habitantes más que Tudela. Hay 9.081 parados más en Navarra durante el periodo de vigencia de esos presupuestos que Miranda decía que estaban “especialmente diseñados para hacer frente a la crisis económica”.

La tozudez de los hechos -el fracaso de la petulancia con la que se aprobaron aquellas cuentas- no ha evitado que volvamos a escuchar parecidas soflamas, para consumo de indolentes o sandios. Incluso Sanz ha declarado que la Comunidad Foral está siendo "la mejor en el campeonato" por salir de la crisis económica, y ha vuelto a argumentar que los Presupuestos de Navarra pactados por UPN y PSN para el año 2010 serán un "buen instrumento" para combatir la actual coyuntura económica. La “mejor en el campeonato” debe ser la que porcentualmente más desempleo genera, si miramos objetivamente los registros, mirada mucho más recomendable que la de la propaganda de algunos desahogados.

El problema es que estos intrépidos (los Sanz, Miranda y Jiménez, entro otros más) vienen a contar la historia de que Navarra está aplicando mejores políticas contra la crisis y que seguimos siendo los “barbis” del mundo en ello, lo que no deja de ser un ejemplo más del autoconformismo y la arrogancia con la que se despachan habitualmente. Esa autosatisfacción, en obsceno contraste con la realidad, es lo peor que nos podemos merecer. Si hubiera un poco de realismo se reconocería que Navarra mantiene una parte importante de su actividad económica gracias a Volkswagen, que fabrica un modelo de vehículo que se ha adaptado mejor que otros a la crisis de consumo mundial, y que se está beneficiando particularmente de las políticas de estímulo de terceros países, especialmente Alemania. Si no fuera así, el descalabro sería absoluto. Y si es así, no lo es por la labor política de los del clan de la “gobernabilidad”, sino por una mera ventaja en términos comerciales de un producto que en Navarra supone una parte importantísima de nuestra producción industrial. Bastaría con que se mirara la tabla de nuestra balanza comercial para darse cuenta de ello. Aquí algunos prefieren, en cambio, contarnos un cuento que ya resulta insultante para los muchos que no quieren ser engañados una vez más.

Los presupuestos de este año, igual que los del anterior, alojan una nueva mala noticia para los contribuyentes. El aumento escandaloso de la deuda (Navarra es una de las sólo cinco comunidades autónomas que aumentan la cifra de gasto a pesar de que siguen cayendo los ingresos), que es un baldón para cualquier futuro que imaginemos. Esta misma semana, el Banco de España publicaba las cifras del endeudamiento de las regiones españolas, y se comprobaba que Navarra mostraba un comportamiento vulgar, peor que unas cuantas regiones del régimen común. Se supone que si disponemos de un control más amplio que las demás en materia de ingresos y gastos (esa es la consecuencia de nuestro régimen foral), lo que debería ocurrir es que lo usáramos para hacer mejor las cosas. Pues no. Los Sanz, Miranda y Jiménez nos lleva indefectiblemente al pelotón de los más torpes, gracias a su empeños en calcar impunemete la política de Zapatero en nuestra escala económica e institucional.



Y el estrambote es este año el mismo que el pasado. Miranda filtra a la prensa que ha comprado décimos de lotería con las cifras del presupuesto, como si tuvieran por sí mismas un efecto taumatúrgico ante el desastre que contienen y del que él es responsable. A la incompetencia añade frivolidad. Aunque el mensaje puede interpretarse también de cierta manera: con estos listos, sólo nos queda confiar en la suerte.