sábado, 17 de octubre de 2009

Sobre el Debate del estado de la Comunidad.



El Debate sobre el estado de la Comunidad fue una ocurrencia del Partido Socialista de Navarra en los tiempos en que era dirigido por Juan José Lizarbe, y se presentó como una ampulosa manera de “revitalizar nuestra democracia”. Aunque en el fondo, como se ha visto, sólo es un pretexto para intentar mostrar una vez al año la pose corporativa de cada partido e intentar colar en la opinión pública más propaganda política. El Debate tiene nula tradición institucional en Navarra, y apareció como un remedo de los que se desarrollan en otros parlamentos con bastante menos historia que el nuestro. La edición de este año ha vuelto a demostrar la inutilidad que tiene para generar ideas o dinámicas políticas que sirvan para algo a los ciudadanos. Su desarrollo apenas ha generado novedad alguna. Sufre los síntomas de la endogamia política y no ha tenido utilidad para reducir la creciente brecha que existe entre la vida usual de la sociedad civil y el imaginario político.

Carente de novedad y distante de la realidad, el Debate es un modelo ya agotado. Lo que sería conveniente es plantear que el Parlamento foral modificara su reglamento para propiciar debates sectoriales sobre asuntos de actualidad, y empleara su tiempo en hacer que el discurso político fuera más concreto y menos elusivo de los desafíos y realidades sociales.

A 19 meses del final de la legislatura, y en medio de la más grave crisis económica que recuerdan varias generaciones, el Debate de este año ha sido incapaz de aportar las soluciones o visiones de futuro que tan necesarias se hacen. Todo se ha resumido en un batiburrillo de propuestas desde el Gobierno, la consideración plenaria de temas recurrentes y la sempiterna apelación al mantra de la estabilidad institucional por parte de algunos.

Una inexistente reforma fiscal.

Las medidas fiscales que planteó el presidente Sanz, a pesar de que son las que han cubierto más páginas informativas, son un mero batiburrillo, un “cherry picking”, una ristra de cerezas que van saliendo juntas sin ninguna coherencia. Ni suponen un alivio fiscal en un momento de crisis, ni van a mitigar los perniciosos efectos de los nuevos impuestos decretados por Zapatero. Ni mucho menos van a a tener efecto en la corrección de la deriva de la crisis o en la creación de riqueza. Algunas de las medidas son antitéticas con las que se pusieron en marcha hace sólo un año (el presupuesto de Navarra para 2009 aumentó la fiscalidad del ahorro, que ahora disminuye, y aplicó la deducción de los 400 euros, que ahora se elimina en su mayor parte), lo que indica claramente la ausencia de una directriz política nítida que pueda guiar la salida de la crisis.

El resultado va a seguir siendo que el año que viene los navarros paguemos más impuestos, decisión de la que son responsables tanto UPN como el PSOE. Y ello traerá más paro y recesión. En términos generales, las medidas propuestas por Sanz son la demostración de que no existe una brújula con la que orientar la recuperación económica. En términos de estrategia política, han sido una cortina de humo con la que aparentar actividad, cuando la realidad de los hechos demuestra la inoperancia del actual gobierno para liderar los retos sociales.


Los asuntos de siempre.


Resulta cansino que la mayoría de las resoluciones aprobadas se refieran a los asuntos en los que los partidos emplean la mayor parte de su tiempo a lo largo del año, sin que se haya añadido nada nuevo a las posiciones ya conocidas. Especialmente llamativas son aquellas propuestas de las que el Parlamento se hace eco tras haber fracasado palmariamente la labor del ejecutivo, como la exigencia de un convenio sobre el AVE, la sede de la IRENA, el juzgado de Tudela o la aplicación de fondos estatales para la dependencia.


La pretendida estabilidad.


De nuevo, el mantra de la estabilidad institucional, al que tan autocomplacientes se refirieron los portavoces del PSN y UPN, ha sido el tópico que ha impregnado todo el debate. La tal estabilidad existe por el mero hecho de que no es posible a estas alturas de la legislatura promover una moción de censura. Y ello viene dado por las obvias circunstancias políticas presentes desde el inicio de la legislatura; es un interés particular de cada uno de los grupos mayoritarios, no una concesión con altura de miras.


En cambio, la tan traída “gobernabilidad” está suponiendo en los últimos años una recurrente disculpa para que el gobierno de UPN no asuma sus responsabilidades, y en cambio sea el PSN el que marque la pauta de todos los asuntos relevantes de la política navarra. La “gobernabilidad” y la “estabilidad” se han convertido en una componenda. Se ha tomado como un fin y como excusa, no como un medio para el progreso de Navarra y como un marco para hacer una política más fértil.


Lo que no se quiso debatir.


La decepción que ha producido el Debate no es sólo a causa de su escasa originalidad, sino especialmente por haber eludido deliberadamente asuntos que sí son cruciales para el futuro de Navarra. Entre ellos hay uno principal, que es la solvencia de las cuentas públicas y el horizonte real de toda la acción institucional. Desde que comenzaron a caer los ingresos fiscales, a mitad de 2008, y hasta el final de la legislatura, Navarra acumulará no menos de 1000 millones de euros de nueva deuda. Es una dinámica insostenible, que además tiene como origen no sólo la recesión económica, sino la incapacidad de los partidos mayoritarios para proponer reformas y medidas valientes de corrección de los desequilibrios financieros de Navarra. Ese sí hubiera sido un tema merecedor de un debate. Pero apenas nada de ello se dijo. Ni siquiera se hizo referencia a las palabras recientes del consejero Miranda, que en un día de lucidez apeló a la responsabilidad de todos para corregir una situación que se hace gravemente peligrosa.

Que el Parlamento no haya querido considerar la gravedad de esta cuestión, con la luz y los taquígrafos que corresponde, es abdicar de su principal responsabilidad. Los partido políticos ya juegan a coger la mejor posición posible de cara a las elecciones de dentro de 19 meses. Ninguno es capaz de aportar ideas y energía para corregir el grave problema económico de Navarra, el de las economías familiares y el de las propias cuentas públicas.


De la misma manera, el Debate no generó ninguna nueva línea de actuación estratégica para mejorar la competitividad de nuestra economía, imprescindible para crear empleo, y reforzar la calidad de los servicios públicos. Y nadie hizo ninguna propuesta para abordar de una vez la necesaria austeridad que se debe exigir a la administración pública. Ni tampoco para aportar sostenibilidad al sistema de protección social, que se enfrenta a amenazas como la incapacidad de financiar adecuadamente la sanidad o la cartera de servicios sociales y el deterioro consecuente de su calidad y equidad. O para garantizar y programar mejor el desarrollo de las obras públicas, o priorizar la inversión en nuevos equipamientos.


Al contrario, fue un Debate enredado en tópicos, que mira puertas adentro, no a la realidad de nuestra sociedad y a los retos que de manera urgente debemos afrontar. Especialmente notable es que Navarra parece conformarse ahora con decir que está algo mejor que el resto de España, cuando la ambición y el ejemplo que nos debería guiar es la de los países y regiones europeas que están ya saliendo de la crisis.

Esto es lo que hay.

El Debate ha mostrado que hay un modelo político que agoniza en Navarra, del que ya no cabe esperar nada más. El conformismo del Gobierno de UPN y la prepotencia del PSN (“Navarra va a rebufo de nuestras propuestas”) pintan un mal panorama. La aplicación mimética en la Comunidad Foral de las calamitosas medidas del PSOE en materia económica hacen presagiar que el paro seguirá aumentando y tardaremos mucho más en salir del marasmo económico. En lugar de promover políticas innovadoras, no hay otra cosa que claudicación en nombre de la “estabilidad”. Navarra necesita un cambio de ritmo, y la aportación de nuevas soluciones que no son capaces de dar los partidos mayoritarios en el Parlamento.

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